Me enterneció este relato de un padre a su hija, el ser cusqueño, el criarse en esta hermosa tierra y adquirir la identidad cusqueña se nutren de las pequeñas cosas que compartimos, tan cotidianas y aparentemente vanas como las fiestas, las comidas, los paisajes con los que crecemos.
[...] ella crecerá en un ambiente de tradiciones cuzqueñas, de muchas fiestas religiosas, de procesiones, de bandas, de danzas y de reuniones familiares en fechas tradicionales; jugaremos al carnaval y comeremos el timpu, la llevaremos a la Bendición del Tayta el lunes santo el próximo año (como lo hicimos con Javier y Franco), comerá empanadas de semana santa, rosquitas, suspiros, maicillos (espero que no se atore) y, de seguro, un guiso de duraznos; también la llevaremos al Corpus Christi, comerá el chiriuchu, un poco de chicha blanca, de repente gelatina de patas, chupará caña de azúcar, comerá muchas frutas, quizá le guste la achira; será criada con kiwicha, quinua, moraya, chuño, olluquito - con charqui eso sí -, la llevaré al mercado a tomar jugo (un especial); comeremos lechón, tamales y una huahua de pan; tomaremos desayunos con chocolate, nata pan huaro o chuta. Iremos al campo, haremos huatias, caminaremos por todos aquellos lugares de los que podemos estar orgullosos y en los que, con la bendición de Dios, aún se pueda respirar; seguro le contaré historias, le leeré cuentos e inventaré alguna historia para ver su asombro. Mi hija será cuzqueña hasta por los codos [...]
En Palabra de Ciudadano
2 comments:
Siempre le doy gracias a mis padres por haberme hecho tan cusqueño como ellos, y mis dos hermanos, Franco y Sofía, no son la excepción.
Javier
Si realmente tu papá sintetizó muy bien que es nacer y ser criado en Cusco, realmente muy poético aún con cosas que aparentemente serian pequeñas y banales, con lo cotidiano.
Saludos
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